Una de ellas, la Rafflesia arnoldii, es una flor en peligro de
extinción que además de ser una de las más pestilentes es también la flor más
grande que se conoce, llegando a medir hasta 90 cm de diámetro. Otra flor
cadáver es la Amorphophallus titanum, también una flor gigante que puede medir
hasta 2.7 metros de alto. Una característica adicional de esta última flor es
que puede producir calor por lo que la temperatura de algunas partes de la
planta llegan hasta casi 38 grados Celsius. Químicamente el origen del olor
son, entre otros, los compuestos químicos cadaverina y prutrescina. La
combinación de la concentración de esas substancias crea aromas putrefactos que
pueden ser detectados durante el ciclo de floración de la planta, que en
el caso de la Rafflesia arnoldi, dura tan solo siete días. El calor que genera
la Amorphophallus titanum es una estrategia para diseminar el olor, que puede
detectarse hasta una distancia de 1.6 km. Efectivamente, el olor de esas flores
es una estrategia evolutiva para atraer insectos polinizadores. |
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